Esta imagen poética refleja nuestra senda como justos, comparándola con la luz que gradualmente aumenta hasta que el día es perfecto. En esta metáfora, vemos nuestra lucha constante contra la degradación moral, resistiendo activamente la decadencia en nuestro caminar por la obra del Espíritu Santo.
Entendemos que la creación misma está bajo una maldición
debido a nuestros pecados, como se revela en Génesis 3:17. Sin embargo, Romanos 8:19-23 nos ofrece la esperanza de liberación, mostrándonos que toda la creación anhela el día en que nosotros, como hijos de Dios, seremos transformados y la maldición será eliminada.
Jesús nos llama a buscar primeramente el reino de Dios y entendemos que este reino es un espacio de infinitas posibilidades. No solo debemos mirar, sino entrar y hacer tangible ese reino invisible en nuestra realidad. Recordando la historia de la tormenta en el lago de Genesaret, vemos que más allá de las apariencias caóticas externas, el reino de Dios es un lugar de poder y paz.
Vamos de gloria en gloria, nuestra transformación es constante, iremos de poder en poder (Salmo 84:7). Aún en nuestras debilidades y luchas encontramos la verdadera fortaleza.
A esto te llama el Señor, a ir a más, crecemos más, nos santificamos más, crecemos en poder y gloria, esa es la senda del justo.